viernes, 22 de febrero de 2013

SABER BEBER



Tenía serias dudas sobre si publicar o no este post. En cierto modo, lo que voy a contar aquí atenta contra los principios de “Guionistas de Canarias”.

No me malinterpretéis: Voy a hablar de procrastinación. Pero la información que estoy a punto de suministraros corre el riesgo de resultar ÚTIL para vuestro oficio.

Aun así, me vais a amar. Porque traigo bajo el brazo la excusa perfecta para que consumáis alcohol a diario.

Guionistas y guionistos, canarios y godos:

Saber beber es una cualidad imprescindible para cualquier guionista.

Os cuento por qué:

El alcohol es un arma de doble filo. Por un lado es placentero, lubricante social, toda esa mierda. Pero también es una trampa, una especie de mina antipersona aturdidora que ciertas personas colocarán en los recodos más insospechados de nuestra ruta profesional.

En nuestra profesión, tarde o temprano, la balanza se inclina del lado de quien sepa aguantar mejor el alcohol. Los productores te echarán droja en el Cola Cao. Los directores te echarán droja en el Cola Cao. Incluso algunos guionistas desleales te echarán droja en el Cola Cao para colocarte en una posición menos ventajosa.

Pongamos un ejemplo ilustrativo:

Imagina que te reúnes con un productor para hablar de tu guión, para definir el contrato, para discutir tus condiciones de trabajo. Existen productores decentes y asquerosos que se piden agua, o un Nestea... Pero también existen otros que propondrán comer con vino, como quien no quiere la cosa. Tú no te puedes negar, joder, ¡eres guionista! El productor empezará hablando de otras cosas para romper el hielo hacer tiempo y lograr que cojas “el puntillo”. Probablemente soltará un par de pildorazos de fanfarronería con los que intentar impresionarte: Te dirá que llega tarde porque viene de una reunión con Antena 3 (qué coñazo estos de Antena 3, jejeje), o mencionará el almuerzo que tuvo con algún famosete esa semana. Te dirá ese tipo de cosas en tono de queja, en plan “qué dura es mi vida, hoy tengo otra reunión, estos cabrones de Telecinco no me dejan en paz”. Eso en “idioma de productor” es el equivalente a cuando un actor te suelta todo su curriculum a los dos minutos de conocerte. El objetivo de ese tipo es impresionarte, sí... pero también conseguir unos minutos extra para que el alcohol se infiltre en tu riego sanguíneo y organice un golpe de estado en tu cerebro. Tú no lo sabes, pero ahora mismo tu organismo es el puto submarino de Marea roja.

Tras esa fase de quejarse de su vida ajetreada presumir, comenzaréis a hablar del cine que os gusta, de cómo ambos queréis cambiar el panorama del cine español. Ese tío es un escáner de rayos equis con patas: Detectará enseguida lo que tú necesitas escuchar y amoldará su discurso a ello, entre copita y copita de vino.

Cuando por fin empecéis a hablar sobre tus condiciones laborales, o sobre los cambios a hacer en el guión, el fluido de Baco habrá amordazado a tu sensatez y la habrá emparedado en algún cuarto oscuro. A esas alturas, el tipo te caerá maravillosamente bien, el mundo entero te parecerá maravillosamente bien en realidad. Sentirás una euforia inexplicable que te hará responder a todo: “Sí, sí, sí, sí, ¡¡sí!!” Los riesgos te parecerán de repente muy ligeros. La filantropía campará a sus anchas dentro de ti, pisoteándote. Estás a dos pasos de convertirte en Buda, y te recuerdo que Buda murió desollado, sodomizado y lapidado (bueno, a lo mejor esto no es del todo cierto, pero ya me entiendes)

¿Realmente crees que ése es el mejor estado para cerrar un acuerdo con quien sea?

Esto de “la reunión con el productor” es sólo uno de los múltiples escenarios en los que el alcohol te puede jugar malas pasadas profesionales. Unas copas (o incluso unas cervezas) de más pueden provocar que te comprometas a escribir una webserie gratis para unos chavales que acabas de conocer en un festival o en una fiesta de preestreno, o que cualquiera pueda acusarte de haber dicho algo que tú no recuerdas haber dicho... o que un actor se entere de que acabáis de matar a su personaje en un capítulo que él se supone que no va a leer hasta dentro de dos semanas.

Desengáñate: Esquivar el alcohol NO ES UNA OPCIÓN. Sólo queda, pues, una alternativa razonable: Tienes que acostumbrarte a beber. Como los espías de las pelis. Puedes fingir que estás borracho, puedes incluso estarlo... pero tu cabeza debe mantenerse lúcida, muy autoconsciente de la situación en la que se haya inmersa.

Amig@ guionist@, tienes que hacer un Westley.

Lo llamo “hacer un Westley” en honor a La Princesa Prometida. En ella Westley, el misterioso hombre de negro, se bate en un duelo de inteligencia contra el gran Vizzini.


El duelo consiste en una ruleta rusa de bebida: Westley pone dos vasos en una mesa, anunciando que en uno de ellos ha colocado iocaína, un veneno realmente mortífero. Vizzini debe averiguar cuál de los dos vasos contiene el veneno y, obviamente, beber del vaso contrario. El vaso que Vizzini rechace, se lo tendrá que beber el propio Westley.

Tras un laberinto de deducciones a cuál más retorcida, Vizzini (uno de los hombres más inteligentes del mundo) deduce cuál es el vaso adecuado. Ambos beben... Vizzini muere. Westley sobrevive. ¡Los dos vasos contenían iocaína! Lo que ocurre es que Westley llevaba años tomando pequeñísimas dosis de esa sustancia, y aumentando poco a poco las dosis para hacerse inmune al veneno.

Eso es lo que tú, amig@ guionist@, tienes que hacer con el alcohol: Empieza con pequeñas dosis, y luego ve incrementándolas poco a poco. Tienes que ser constante. Debes beber todos los días.

Empieza por lo fácil: Cerveza. Tómate una cerveza al día durante una semana; a la semana siguiente, aumenta la dosis a dos cervezas diarias, luego a tres, a cuatro... En pocos meses estarás capacitado para pimplarte dos o tres litronas al día sin olvidar cuánto suman dos más dos, y eso quiere decir...

Esto quiere decir que ha llegado la hora de acostumbrarte a munición más pesada: Haz lo mismo con el vino. Cuando te hayas acostumbrado al vino, pasa al whisky. De esa manera emprenderás un entrenamiento que, si de verdad te importa tu trabajo, pasará por el Jaggermeister y llegará hasta la absenta.

Ya sé lo que estás pensando, y cualquier médico te daría la razón: ¡Este método es demasiado caro!

La cerveza es relativamente asequible, y los vinos más peleones (a los que te conviene acostumbrarte) son baratos. Pero conforme ascendemos en la gradación alcohólica, los precios empiezan a ser cada vez más abusivos.

Es por ello que aprovecho esta plataforma para reivindicar algo que todos los guionistas necesitamos, pero que nadie se atreve a reclamar:


Subvenciones del ICAA para el consumo de alcohol.

Señores del Ministerio de Cultura: No necesitamos las subvenciones a desarrollo de guión. Esos guiones los íbamos a escribir de todasformas, y la mayoría de los largos que han contado con esa ayuda luego no los produce ni Dios. Supongo que por eso las habéis suprimido. Vosotros sabéis bastante mejor que nosotros lo que nos conviene. Vosotros sabéis tomar las decisiones adecuadas para que esta industria salga a flote. Por eso mismo estoy seguro de que apreciaréis la utilidad de esta demanda: Lo que nos pagabais antes por escribir películas que no iban a llegar a ningún lado, pagádnoslo ahora para invertirlo en cerveza, vino, whisky, ginebra, tequila, vodka, coñac, ron... e ibuprofeno, y álmax. ¡Mucho álmax! No se puede escribir un buen guión cuando no hay álmax.

Y si por un casual sois creativos de publicidad, volved a leer este post desde el principio, pero cambiando cualquier referencia a una bebida alcohólica por la palabra “cocaína”.


2 comentarios:

  1. 1) El lenguaje de productor merece un post aparte.
    2) Qué sucio lo del enlace con la frase de que los guiones los íbamos a escribir de todas formas.
    3) Lo de los publicistas del final. Eso sí que es terminar el post en lo más alto. XD

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